Desde el momento de su creación, la educación en línea se ha enfrentado al escepticismo del mundo educativo tradicional. Estas críticas se deben a la idea que, dado a su virtualidad, la educación en línea es inherentemente restringida y por tanto de menor calidad. Esto causa dudas y problemas al evaluar la credibilidad de los cursos en línea ya que, tradicionalmente, la asistencia presencial juega un papel importante en esta evaluación. Sin embargo, ¿cómo se debe evaluar la calidad de un curso? En su artículo para E-learning Actual, Carlos Rodríguez explora esta pregunta y ofrece una lista de los elementos que se deben considerar al evaluar la “experiencia de aprendizaje” de un curso en línea:
El contenido dado en clase se debe adaptar como sea necesario a un nuevo espacio, pero uno también se debe asegurar de realizar pruebas en este espacio virtual para garantizar la máxima funcionalidad del mismo.
La interactividad entre los estudiantes e instructores es lo que define el aprendizaje. Sin la interactividad, no hay intercambio de ideas e información entre los alumnos y no hay aprendizaje. La interactividad tiene que ser un elemento esencial y siempre presente en el curso.
La educación en línea también debe ser un espacio de apoyo académico para el estudiante. Por tanto, se deben tener tutores disponibles para ofrecer ayuda cuando sea necesario. Adicionalmente, se sugiere mantener la cantidad de alumnos en un máximo de 15, para que el espacio de diálogo y apoyo no se vea afectado por una sobresaturación de estudiantes.
Debe haber una forma precisa de evaluar el progeso del estudiante. Para hacer esto, hay ciertos elementos para tomar en consideración: el tiempo invertido por parte del estudiante en el curso, su participación en los espacios de discusión, la aseguranza de que fue el mismo estudiante quien tomó el curso, entre otros. Afortunadamente, hoy día existen muchos de los recursos tecnológicos necesarios para poder realizar estas evaluaciones.
Aunque es importante tener tutores disponibles, es de máxima importancia tener a un instructor que sea experto en la disciplina del curso, ya que su apoyo será esencial en resolver varias dudas y el mismo será un guía a través del curso. Esto se puede cumplir mediante consultas periódicas con el instructor.
Adicionalmente, Rodríguez ofrece un ejemplo del aprendizaje en la educación en línea (de un caso real) que justifica la capacidad que tienen los cursos en línea para ofrecer educación de la misma calidad que cursos presenciales, o de una calidad superior. Enseña que el “e-learning” no es una alternativa menos viable por su desarrollo virtual, sino que ofrece una “experiencia de aprendizaje” capáz e innovadora.
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